RELATOS LITERARIOS SOBRE CICLISMO

En esta sección iremos publicando los relatos sobre ciclismo que nos vayáis enviando. En la cena de final de temporada se entregará el premio al mejor relato.

 

Esperamos vuestra colaboración.

 

 

AÑO 2020

Cronica ganadora del premio literario año 2020 escrita por francisco Naval Pinillos

“Los Siete Magníficos” (Miradores de Ordesa)

Una Súper Producción protagonizada por: “Los Eléctricos”: Antonino, César, Manolo y Leo. “Los Élite”: Eva y Roberto. “El Pringao”: Francisco (o sea yo).

Es difícil condensar lo vivido en ésta durísima y a la vez extraordinaria experiencia ciclista, pero lo voy a intentar.

Tal y como lo habíamos estado planeando desde hace un par de semanas, el sábado 27 de junio de 2020 partimos hacia Broto a las 7:00 desde Zaragoza, Leo, César, Antonino, Manolo y yo, donde nos esperan Eva y Roberto para dar inicio a la ruta circular que nos llevará a Sarvisé, tomaremos el desvío a Fanlo y a Nerín, donde acaba el asfalto y empieza una pista que asciende de manera inmisericorde hasta los 2.250 m donde están nuestros objetivos para regresar pasando por Torla de nuevo a Broto. Me sorprende ver tanta gente tan temprano pululando, se nota que es fin de semana y que huele a vacaciones, de todos modos aparcamos fenomenalmente siguiendo las indicaciones de Roberto.

La ruta empieza con un vertiginoso descenso de Broto a Sarvisé, hace fresco por la velocidad y lo sombrío de la carretera, en la primera curva veo que Antonino está a punto de irse al suelo, lo llevo delante de mí y la bici le pega un par de bandazos pero consigue dominarla, tomamos el desvío a Fanlo, y empieza un puerto de 11 km con unas primeras pendientes de entre el 6% y 7%.

Desde las primeras rampas ya me doy cuenta de cómo va a ir la jornada, los “electricistas” marcan un ritmo totalmente imposible para mí, Eva y Roberto están súper de forma y yo además llevo una bici muy pesada, así que rápidamente asumo el papel de ser el más flojo del grupo, procuro marcarme un ritmo sostenido y sostenible que pueda aguantar durante mucho tiempo, el terreno va picando hacia arriba, aunque con algún descenso y tramo llano, al cruzar el puente sobre el río Chate y ya en la otra ladera, están esperándome (cosa que sucederá muchas veces) pero yo no paro y prefiero seguir con mi ritmo, aquí es donde comienza la parte más dura de la ascensión que son sus tres últimos kilómetros, el primero que supera el 10% de media, (la máxima se sitúa en el 14%). el siguiente es un poco más llevadero, aunque también exigente y en la parte final la pendiente disminuye de forma paulatina hasta quedar por debajo del 6% antes de coronar.

Las vistas desde el alto son muy buenas con el valle que se abre y Peña Montañesa en el horizonte, la temperatura es excelente y justo en el alto están aparcadas varias furgonetas con barranquistas que copan la limitada carretera, cuando llego están mis compañeros esperando, pero yo tampoco me detengo y empiezo un vertiginoso y peligroso descenso de 6 km, hasta el desvío a Nerín, por una estrechísima carretera con desperfectos en el firme y gravilla en las curvas, me dicen que la Vuelta a España de este año va a transitar por aquí, imagino que la dejarán en condiciones de seguridad para los ciclistas.

Roberto avisa que los dos km. que nos llevarán a Nerín son duros (se queda corto, son una pared), por encima de los dos dígitos hasta que acaba el asfalto, aquí sí que hago una parada para respirar un poco, tomarme un gel, beber y hacernos la primera foto de las muchas del día, Antonino se da cuenta de que el eje trasero está suelto (quizá fue eso lo que provocó el susto mañanero).

Estamos a una altura de 1.100 m, y nos quedan otros tantos de desnivel a cubrir en tan solo unos 14 km, además ahora ya todo serán pistas de tierra con tramos buenos y otros no tanto. Hasta aquí he sufrido pero manteniendo el tipo, a partir de ahora voy a ir “con el gancho”, todo el camino, llegando a plantearme seriamente darme la vuelta, kilómetros y kilómetros a cinco por hora con la vista pegada al suelo. La pista tiene mucha gravilla y hace que la bici no deslice y se haga más trabajoso pedalear, me bajo para beber agua, pues yendo tan despacio no me atrevo a soltar una mano.

Leo y Roberto me acompañan en muchos momentos, y al rato en un rampón decido bajarme y andar unos metros para descansar de la postura (son sólo doscientos metros, pero me sienta de maravilla), en la curva está el resto de la peña esperando como siempre, una parada para comer un plátano beber en abundancia porque hace calor y sudo de manera espectacular.

Aquí, al preguntar cuanto queda de subida me dice Roberto que unos ocho o nueve km. lo que me baja la moral no a los suelos, sino bajo tierra. Me pasa por la cabeza dejarlo aquí y tranquilamente volver sobre mis pasos a Broto y esperar a que ellos terminen, voy siempre dándolo todo, con pulsaciones muy alta, me exprimo más de lo conveniente porque, aunque no quieras, trato de que no me esperen tanto rato y llevo un punto por encima de mis posibilidades. Entre todos me convencen de que a estas alturas de la etapa da casi igual seguir que retroceder (puta mentira), así que arreo el primero para sacar algo de ventaja que se esfuma en nada y me vuelve a hundir en la miseria cuando empiezo a oír el ligero zumbido de las e-bicis.

La próxima parada es una fuente a la orilla de la pista de donde sale una agua heladora, aprovecho para refrescarme un poco la cara, beber abundantemente y rellenar los bidones, hacemos alguna foto (aquí ya se empieza a mostrar la alta montaña en todo su poderío, pues estamos ya cerca de los dos mil metros), como siempre soy el primero en arrancar, voy tomando altura por un zig-zag, que me permite ver a mis compañeros todavía en la fuente, y albergar esperanzas de que esta vez sí que voy a cobrar cierta ventaja (craso error, en un santiamén, los tengo otra vez encima), la subida es terrorífica tramos y tramos a más del 10% y cuando baja, nunca es por debajo del 6%.

Nunca había pedaleado tantos kilómetros con el desarrollo más pequeño, además en muchos momentos necesito meter más desarrollo y bajar piñones, para poder levantarme y cambiar de postura para relajar un poco las piernas.

Llegamos a Cuello Arenas a 2.000 metros de altitud, las vistas de los colosos pirenaicos son excelentes (aperitivo de lo que vendrá después), hasta aquí sube un autobús que deja a “tiro de piedra” el refugio de Goriz, escasamente a una hora y con poco desnivel. Hacemos unas fotos, me tomo media barrita de “gominola”, un trago de agua y comienza la parte final de la subida, que también es tremendamente dura.

Cuando retomo la marcha un pastor me pregunta que de dónde venimos, le respondo que de Zaragoza y vuelve a preguntar por el tiempo que hace, como aún tengo ánimo para ello le contesto que tormentas y calor lo que satisface su curiosidad, son dos kilómetros y medio para superar 250 m de desnivel, lo que da idea de la dureza del tramo en cuestión, además la pista se vuelve más áspera y descarnada, Eva ha partido la primera lo que me sirve de referencia para saber por donde discurre el trazado en las breves ocasiones en que puedo levantar la cabeza, es un punto rosa en la lejanía que me va minando la moral de manera constante, es un esfuerzo agónico pero además prolongado a más de 2.000 m., y siguiendo con desniveles que en muchos tramos siguen superando el 10%.

Cuando menos me lo espero, están todo esperándome porque hemos llegado al primero de los objetivos del día, se puede decir que ya está hecho lo más difícil son las 13:30, dejamos las bicis atadas, porque el mirador en cuestión a diferencia de los próximo que visitaremos, se encuentra a una distancia de aprox. un kilómetro y cuesta arriba, además, andar por el monte con zapatillas de ciclismo no es muy cómodo, aunque sean de btt.

La vista no se puede describir, es majestuosa, apabullante, te deja en silencio, te abruma de manera total, soy montañero desde hace muchos años y jamás había visto el valle de Ordesa en toda su amplitud, el mirador está estratégicamente colocado para verlo en toda su longitud, desde la Cola de Caballo, hasta la pradera de aparcamiento, las gradas de Soaso, la senda de los Cazadores, etc., etc. además lo ves a vista de pájaro (casi mil metros abajo discurre el Arazas).

Empieza el festival de fotos y vídeos, doy por bien empleado todo el sufrimiento que llevo encima, de repente todo ese cansancio psicológico que me estaba martirizando desaparece (el físico es otra cosa) la recompensa es tan magnífica que me siento un auténtico privilegiado por poder contemplar estos paisajes sin utilizar más que de tus propias fuerzas.

Nos demoramos casi cuarenta minutos en volver a coger las bicis, el resto de los miradores no desmerecen al primero, pero no tienen su orientación privilegiada, el camino se vuelve cada vez más malo, (es un continuo sube y baja por el cordal) ya en el último de los miradores, y con la Brecha de Rolando, el Taillón, la cascada de Cotatuero, el Tozal, etc., (la lista es interminable), decidimos comernos el bocadillo antes de empezar el descenso, (volvemos a hacer mil fotos).

La cuestión de cómo y dónde comer, generó el mayor debate en los preparativos de la excursión, Antonino era ferviente defensor de comer en un restaurante previamente concertado, Eva y Roberto sin embargo proponían comer de bocata donde nos apeteciera, al final se optó por la segunda, que resultó ser la más acertada y así se reconoció unánimemente por todos. Una salida de estas características no puede estar sujeta a unos horarios que no te permitan disfrutar de manera “relajada”, una vez que has conseguido llegar a la cota 2.200 m., hay que empaparse todo lo que puedas de las vistas, del aire, hay que tener un remanso para hablar con los compañeros y cambiar opiniones, bajar pulsaciones, recuperar fuerzas, en definitiva, de compartir la experiencia (solo no es lo mismo).

Tras dar cuenta de la comida y al ver que el cielo amenazaba tormenta (Eva decía que no iba a llover y acertó), emprendimos la vertiginosa, larga y peligrosa bajada de casi 20 kilómetros hasta Broto (aún haríamos una breve parada en una curva con un mirador sobre Torla), yo era el único que no disponía de frenos de disco, (por cierto tengo que cambiar zapatas porque las agoté) llevaba ruedas de 26 pulgadas y tampoco disponía de doble suspensión, así que les dije a mis compañeros que me dejaran el último para poder bajar a mi ritmo y que no quería arriesgar lo más mínimo, (también se disfruta bajando de manera sosegada y admirando la otra vertiente) a medida que se iba perdiendo altura la temperatura iba subiendo de manera exponencial, el descenso se realizó sin contratiempos (una salida de cadena mía que se solucionó en nada) pero aún quedaba la traca final, para subir a la carretera de Torla hay que subir 500 metros con desniveles que llegan al 17%, no me bajé por puro orgullo. Ya en Torla aun jugamos un rato a ciclistas, Roberto se puso a tirar fuerte y yo al ver que alguno flaqueaba y dejaba huecos, me fui tras él y hasta llegar al casco urbano de Broto, los llevamos con el cuello estirado con una velocidad máxima de 56 km/h. (en represalia por lo que me habían hecho pasar).

Buena jarra de cerveza en un bar, sentados a la sombra disfrutando de la tarde (son ya las 16:30) y las experiencias del día, visita a la cascada del Sorrosal con Antonino y Leo que no la conocían, y que estaba espléndida debido a la gran cantidad de agua (muchos turistas). Eva y Roberto nos acompañaron hasta que montamos las bicis a los coches, ellos se quedaban hasta el Domingo.

Ya de regreso en Zaragoza, aun echamos una cerveza en mi local antes de despedirnos definitivamente en una jornada sin el más mínimo percance, y que hay que calificar de perfecta, tanto por la actividad deportiva como por la excelente compañía.

 

Datos del track:

Distancia: 56 km (no incluye los casi dos km andando al primer mirador). Desnivel acumulado: 2.146 m (analizado con ibpindex, para mí de los más exactos con el desnivel). Velocidad media (mía): 11 km/h Velocidad máxima (mía): 54 km/h en la bajada de Torla a Broto.

Tiempo en bici: 5 horas 13 minutos.

Crónica dedicada a Eva por su simpatía, a Roberto por ser un guía excelente, a Leo por levantar el ánimo y hacer bromas en los momentos más duros, a Antonino, César y Manolo por su carácter sosegado y tranquilo que han ayudado quitándome presión, y a todos en general por su paciencia esperándome. Zaragoza 30 de junio de 2020

 

 

 

    

      

 

 

 

 

 

 

OTROS RELATOS PARTICIPANTES:

12 de Septiembre de 2020: día de coles (Tentes, Troumouse y Tourmalet)

Luis Miguel Gil

 

Excepcionalmente liberado de obligaciones familiares (tengo que dar las gracias a mi mujer por dejar escaparme), me escapo al Pirineo el viernes 11 de septiembre por la tarde. Después de hacer noche en territorio español, y tras una maniobra de aproximación de dos horas y media, que ya incluyó los puertos de Portalet y el Col de Aubisque, llego a Luz St. Sauveur hacia las 9 de la mañana, una soleada y algo fresca mañana por el momento.

Aparco el coche en un céntrico aparcamiento en Luz St. Sauveur, saco la bicicleta del coche, me cargo de comida y me lanzo al inicio de esta aventura. Desde este punto de partida todo es subida vayamos hacia donde vayamos, de modo que, llegado el momento de crisis que espero no llegue durante las próximas horas, me podría dar la vuelta y retornar al coche sin problemas.

La primera subida planificada es Gavarnie - Col de Tentes (Puerto de Bujaruelo por el lado español). Arranco hacia las 9:20 de la mañana valle arriba, aunque pronto para a bajar peso. De momento, la carretera no plantea muchas dificultades. La pendiente media será del 2-3% y el cruce de varios puentes y algunas aldeas me entretiene. Mi ritmo es lento y conservador, hasta que al fondo veo unas luces rojas que parecen ciclistas. Los alcanzo después de apretar un poco. Resulta ser un grupo de riojanos, con un maño infiltrado y otro que vivía en Barcelona, con una bicicleta de carretera eléctrica. Vamos un lío de personas y bicicletas difícil de comprender. Sin embargo, me marcan un ritmo bueno y aprovecho para protegerme del viento de cara que comienza a soplar, aunque muy suave.

Van pasando los kms, siempre en ascenso y en compañía de estos chicos. Atravieso Pragneres, lugar eléctricamente muy interesante ya que aquí hay una central hidroeléctrica a partir del agua embalsada en los diferentes lagos de la zona (Aumar, Cap de Long,...) y que sirvió como base de la electrificación del sur de Francia allá a mediados de los años 50 del siglo pasado. Después de Pragneres llegamos a Gèdre, donde pierdo a mis compañeros que se van a Troumouse.

Con la imponente mirada del Taillón al fondo y la Falsa Brecha (qué pena que no se vea la Brecha), llego a Gavarnie, donde me alcanzan los que serán mis compañeros el resto del día. Son 4 chicos y una chica vasca que van a hacer la misma ruta que yo. Dos de ellos me pasan como una exhalación pero otros dos chicos y la chica me adelantan, pero se quedan delante de mí a 20 metros, lo que me marca el ritmo de la subida de una forma relativamente cómoda, dentro de lo que cabe, ya que desde Gavarnie hasta la cima son 10 kms a más del 8% de pendiente media.

La primera parte hasta la estación de esquí plantea múltiples curvas de herradura. En esta primera parte revivimos el momento Coppi-Bartali en el Galibier en el Tour de Francia de 1952. Allí, ambos se intercambiaron un botellín de agua (o lo que hubiera dentro), no sé quién se lo dio a quién... El caso es que a la chica vasca que iba delante mío - en algún momento dijeron su nombre, pero no me acuerdo... supongo que se llamaría Leire o algo así- se le cayó el bidón de la bicicleta y empezó a rodar carretera abajo, camino Gavarnie y hacia dónde yo me encontraba. Me apeé de la bici, cogí el bidón, me puse a su altura y se lo devolví. Ya habíamos hecho la buena acción del día.

Alcanzo la estación de esquí de Gavarnie-Gèdre, a 1800 m de altitud. Desde allí, el valle se abre un poco más y las vistas comienzan a ser impresionantes, si bien la línea de alta tensión - interconexión Biescas-Pragnères empobrece el paisaje. Los chicos vascos me abandonan en los últimos dos kms. No me acabo de encontrar muy bien del todo, así que sigo dosificando mis esfuerzos.

Alcanzo la cima frente al Taillón. La carretera termina aquí, hubo en el pasado un proyecto de construcción de una carretera transfronteriza que hubiera conducido a San Nicolás de Bujaruelo, a unos 10 kms de Torla. Con buen criterio, no se construyó, aunque para los locos ciclistas, nos hubiera permitido un acceso rápido desde Aragón a los grandes puertos Tour de esta zona de Francia. Sí que se construyó la mencionada línea eléctica de alta tensión entre Biescas y Pragnères que atraviesa el puerto de Bujaruelo.

Como un poco y me lanzo hacia abajo. Me tomo la bajada con tranquilidad, disfrutando de lo que he subido, especialmente, la zona inicial de la subida. En Gèdre me desvío a la derecha, donde me dirigiré hacia Héas y Troumouse. Son otros 16 kms de subida que culminarán en el Cirque de Troumouse, el más grande de los Pirineos, rodeado de cimas de más de 3000 m entre las que destaca la fronteriza La Munia. Es para mí una cima inédita, que llevaba varios años sobre la mesa, pero que nunca había realizado, siempre ensombrencida por sus vecinos Tour más próximos, sobre todo por el gigante Tourmalet.

El comienzo de la subida es duro. Comienza a hacer calor, no llevo mucha agua y la carretera está llena de gravilla. El trazado rectilíneo tampoco ayuda a romper la monotonía. En Héas, impulsado por una inspiración casi divina y en medio de una sed terrible, me dirijo a una caseta con baños donde encuentro lo que buscaba, una fuente. Con las reservas hídricas repuestas, me monto de nuevo en la bici y reemprendo la marcha. Atravieso una caseta de madera que debía de ser un peaje y comienzo a remontar la ladera mediante numerosas curvas de herradura (creo que hice más de 100 en todo el día) hasta llegar al Albergue de Le Maillet, donde me reciben las vacas y donde un tren-tractor lleva a los turistas desde aquí hasta el Circo de Troumouse. Es un poco triste que no se hayan preocupado en tunear el tractor marca Claas para que no parezca un tractor y parezca un tren como se hace en España. A mí me importa poco el tractor, lo que me importa es superar la muralla que se presenta ante mí, los últimos 3 kms tortuosos que me tienen que conducir a la cima. A 1 km de la cima me adelantan los vascos veloces, cuando ya voy como puedo, con el piñón 30 metido. Las sensaciones siguen sin ser las mejores, pero, evidentemente no son malas.

Nueva cima, fotos y para abajo. Me cruzo con los otros 3 vascos y con el referido tractor-tren, que va repleto de turistas. Tras vadear un rebaño de vacas muy marrones, inicio la parte más inclinada del descenso.

Una vez en Gèdre, retomo la carretera principal, con una sorpresa, comienza a soplar viento frontal que me acompañará hasta Luz. Este tiempo de bajada y viento frontal lo paso pensando en qué dedicar mis próximas 3 horas de vida, suponiendo que acabe con vida. Son cerca de las 2 de la tarde, la temperatura será cercana a los 30 º. ¿Comida y prado-siesta o mini-comida y Tourmalet? Poco a poco el lado oscuro me va atrapando y convenciéndome de subir al Tourmalet, así que decido pasar por el coche para dejar los manguitos y el cortavientos, comer algo y continuar hacia el Tourmalet. No tengo talento y lo sé, pero estar allí y no intentarlo me remordería la escasa conciencia que me queda en esos momentos.

Son las 14:30 y 30 años después de mi primera visita a esta montaña, me lanzo hacia arriba (lo de lanzado es una forma de hablar, porque mi paso asemeja más al de un rebaño de caracoles cansados). Un poco de historia...

17 de julio de 1990... Induráin selló su futuro en los Pirineos, rezó el titular de deportes del Heraldo de Aragón del día siguiente. Aquel 17 de julio de 1990, Induráin ganó en Luz Ardiden la etapa Blagnac-Luz Ardiden secundado por el gran Marino Lejarreta, otro de nuestros ídolos de las chapas, cuando los aficionados españoles esperábamos que Pedro Delgado desbancara a un tal Claudio Chiappucci del primer puesto en la clasificación general. Al final, no pudo ser y ni uno ni otro pudieron con aquel norteamericano, Greg Lemond, que se coronó en París. Todos sabemos qué pasó con Induráin después. Aquel día estuve con mi hermano a 2 kms de la cima del Tourmalet. Una avería de la cámara de fotos me privó de aquellas fotos, pero el recuerdo quedó en mi mente. Tenía que volver...

Y eso ocurrió en 1994. Después de una caminata enorme por los Pirineos con mi amigo Abel y tras alquilar una bicicleta de montaña en Luz, acabo en la cima del puerto por primera vez. Y al año siguiente en 1995. Y en 1996 tras un periplo en bicicleta desde Canfranc; 1997; 1998 con mi padre; 2000 con mi mujer y mis padres; 2005 con Carlos, Javi, Mila y nuestro querido Tomás; 2010 el día que Stèphane se quedó sin sillín en la bajada (porque en la subida había perdido media vida); 2015 con mi mujer y mis hijos; 2020 con Carlos.

Volviendo a 2020... Yo no voy a sellar mi futuro con la subida de hoy, más bien todo lo contrario, voy camino de hacer la risa. Llevo 2600 m de desnivel y 90 kms. Sólo en la subida de 2010, año en el que había subido el Col de Soulor con anterioridad, me encontré en una situación similar a la de hoy. Así que ver el cartel que indica “Col du Tourmalet, sommet 18,6 kms”, comienza a hundirme moralmente. Las largas rectas, carretera ancha y el calor hacen el resto. Menos mal que me da viento de espaldas. En estos momentos la cabeza piensa “el puerto va a acabar contigo”, “no vas a poder”, “date la vuelta que el coche está abajo”, por no hablar de las piernas que tampoco andan. Pero entre luchas entre “el bien y el mal”, van pasando los kms y llego a Barèges. Cojo agua, no sin ciertas dificultades ya que no encuentro la fuente aunque era bien grande y sigo para arriba. No estoy muy lúcido que digamos.

El km a la salida de esta localidad es uno de los más complicados, al 10%. Cuando se pasa, y tras 9 kms dando la espalda a la realidad y dureza del momento, vuelvo a mirar los hitos quilométricos que marcan el desnivel y la altitud a la que me encuentro. Es el cartel que indica que me quedan 10 kms para la cima. El valle se abre en la zona de la estación de esquí de Super Barèges, con la cima del puerto allá arriba. Aquí subo por la ruta habitual de los últimos años. Hay otra a la derecha que se llama Ruta Fignon, que es más rectilínea y quizá más dura. La opción que tomo plantea más curvas de herradura, lo que la hacen más llevadera. Comienzo a ver al fondo la cima del puerto. Parece mentira que haya que subir allí en menos de 6 kms. El viento fresco comienza a soplar frontalmente. Yo sigo con mi suplicio, aunque ver que me quedan 6 kms y que sigo con vida, me anima.

A falta de 4 kms para el final retomamos la ruta que venía de la Vía Fignon. Un km al 7% me ayuda a recuperar un poco para afrontar el muro del km final, al 10%, donde me adelanta un ciclista, aunque no eran mis amigos vascos, lo que me extraña. ¿Se habrán parado a comer? ¿Habrán tenido conocimiento y se han dado la vuelta? ¿Iré yo como un cohete y los he dejado atrás?

Giro a la izquierda en esa famosa curva que indica que ya casi no queda nada para la cima, salvo la rampa final que conduce al cielo. Entre la alegría y la miseria llego a la cima, con lo justo. Decir “con lo justo” significa que incluso me cuesta sacar el pie del pedal. Cuatro fotos para inmortalizar el momento y para abajo, ya que hace fresco y hay unas nubes negras amenazando. Bajada normal (normal en el Tourmalet significó adelantar a un par de coches), con pequeña parada en Barèges para volver a agarrar la bolsa de las herramientas. Conforme voy bajando veo al fondo las montañas de Luz Ardiden y unos pequeños duendes que gritan: “ven, ven, te esperamos”. Las matemáticas vuelven a aparecer en mi mente: 13 kms más por dos, igual a 26; mil metros más de desnivel harán 5000 m de desnivel. Son las 17:30, acabaré a las 20:00 más dos horas y media de viaje de vuelta, se me harán las 11 de la noche. Mejor lo dejo aquí, con la alegría y satisfacción de acabar meridianamente bien sin arrastrar lo que queda de mi cuerpo montaña arriba. En total, 128 kms y 4000 m de desnivel.

Vuelta al coche, recojo todo y vuelta hacia casa con parada en una “boulangerie” para reponer azúcares.

 

 

 

Leopoldo Lasala:

Fantasía "Eroica"

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Alberto Saenz

Crónica Ruta Paris/Brest/Paris

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Luis Miguel GIl

Un paseo por las nubes

11 de julio de 2020.
Mañana radiante en el lado español del pirineo. Cuatro o cinco kms tras cruzar la frontera del Portalet, empieza a aparecer algo de niebla. En Laruns, la niebla es alta pero todo está mojado. Ya que he llegado hasta aquí, tiro para arriba hacia Gourette y el Col d’Aubisque. Desde Gourette no se ve mucho que digamos pero decido continuar y corono la cima de este coloso pirenaico. Parece que se quieren ver unos rayos de sol, así que bajo por la otra vertiente hacia el Col de Soulor y Arrens. Todo eran ilusiones. No se ve mucho, lo que ayuda a reducir el miedo de la carretera en la cornisa entre el Aubisque y el Soulor. Desde Arrens tomo una carretera secundaria hacia el Col des Borderes, algo más modesto que los anteriores, pero que tiene sus rampas de entidad. La cima, de nuevo cubierta por la niebla. Atravieso unos cuantos pueblecillos sin saber muy bien dónde me encuentro y retorno a la carretera general que va de Argeles al Col de Soulor. Sin saber muy bien cómo, sale el sol, que me acompañará por unos pocos kms. Después de una pequeña parada a coger agua en Aucun, continuo la ruta, ahora por un falso llano hasta Arrens y desde allí, más empinada hasta el Col de Soulor, donde me recibe, como no podía ser de otra forma, la niebla. Mis piernas empiezan a acusar el cansancio de la jornada, aunque ya sólo me quedan los últimos 5 kms del Aubisque, que no los recuerdo excesivamente duros. Pues se me hicieron eternos… de no ser por una furgoneta que me dio ánimos: no el conductor ni el copiloto de la furgoneta, sino ver la furgoneta en sí misma, una Peugeot que debía ser de poco después de la II Guerra Mundial. Si ella puede subir, yo también. Así que entre una humareda de gasoil mal quemado, corono el Col d’Aubisque. Foto y para abajo, con mucha precaución por la humedad. Poco después de Gourette supero a un ciclista y un poco más abajo, comienzo a oler de nuevo a gasoil. Y algo después, se confirman mis presagios, se trata de la furgoneta del siglo pasado a la que alcanzo y rebaso, gracias a la amabilidad de su conductor. Acabo la bajada sano y salvo detrás de un ciclista francés. Compra de queso y vuelta al sol de España. 85 kms y no sé cuántos metros de desnivel.

 

José Luis Martínez Calvo

Aragón de Arriba a abajo

Desde Anciles, por nuestro socio-viajero JOSÉ LUIS MARTÍNEZ CALVO
"De un confín a otro confín, de norte a sur, Aragón surge como un hallazgo fascinante, cautivador y salvaje. Al final el ciclista llega a la meta, cumplido el objetivo se retira victorioso aunque nadie le aplaude, su premio es saber que ha tomado un territorio, que ha ganado un destino..." Mario Hinojosa
El confinamiento llegó a su fin y los sueños planificados en tantos días de encierro empezaban a rodar cuesta abajo cuesta arriba desde el punto habitado más al norte al punto habitado más al sur de Aragón. O sea desde el Refugio de Linza a Abejuela.
Martes 30 de junio de 2020: Del Refugio de Linza a Puente La Reina de Jaca 51,41 Km.
En este viaje la suerte está de mi lado a la hora de trasladarme al punto de inicio de la ruta. Con mi hijo Marcos y familia nos trasladamos a Hecho a pasar un fin de semana y desde allí a Linza con la bici en el portabicis trasero. La aventura comienza cuando los planes acaban y no es una ruta más pues esta vez no iba a salir de los límites de Aragón. Hoy se impone la cuesta abajo pero eso no quita que sobre todo en el tramo de Ansó a Berdún la carretera va a buscar varias veces al río Veral y vuelve a subir teniendo los ojos bien abiertos pues el tramo es de gran belleza donde los pinos, algún tejo y sobre todo hayedos marcan la diferencia. En Biniés la ruta prevista me llevaba a Santa Engracia de Jaca pero la inercia de la bajada me hace llegar a Berdún alargando el tramo y ya por carretera nacional a Puente La Reina de Jaca. El hotel Anaya*** (60,50 P.C.) previsto está cerrado pero viendo que entra una persona muy decidida, la sigo y compruebo que era un técnico que venía a repasar todo el aire acondicionado del complejo y se iba a quedar hospedado. La dueña, al verme no puede evitar darme a mí también habitación e incluso la posibilidad de comer, cenar y desayunar, gracias señora. El sol ya ha dado señales de vida y más que dará los próximos días así que compro en la farmacia protectores para antes y después.
Miércoles 1 de julio de 2020: De Puente La Reina de Jaca a Ayerbe 43,38 Km.
Los primeros diez kilómetros son en continua subida hasta el puerto de Santa Bárbara que bien merece una parada como hacen un grupo de ciclistas de rueda fina para beber de la fuente. Como todo lo que se sube se baja allá voy hasta el embalse de La Peña y más tarde las actividades en el río producen un griterío juvenil que me acompañará hasta Murillo de Gállego. La carretera se empina para llegar a Ayerbe, donde paro en el patio del Hotel Villa de Ayerbe*** (61€ D.I.). El hotel está cerrado, pero hay un teléfono y llamo para al cabo de un rato venir el dueño y poder alojarme. El dueño es hermano de un antiguo componente del Grupo Micológico Caesaraugusta y me cuenta la penosa enfermedad que éste atraviesa desde hace un tiempo. Por otra parte al ser un entusiasta de la montaña y por lo tanto buen conocedor del Valle de Benasque, compartimos buen rato de charla. El hotel está preparado con todas las medidas de prevención en espera de que los clientes vayan apareciendo ahora que empieza el verano. Como en el restaurante El Rincón de Palacio (19,25€) y por la tarde paseo por sus calles admirando la Torre del Reloj, la fachada del palacio y escudos de algunos portones. Me aseguro de la salida rutera para mañana y compro algunas viandas para cenar en la habitación mientras veo pasar el canfranero acercándose parsimonioso a su parada, oyéndose el martilleo del tran-tran cada 12,50 metros de rail.
Jueves 2 de julio de 2020: De Ayerbe a San Mateo de Gállego 58,30 Km.
La idea era llegar a Fontellas por camino señalizado con desvío nada más salir del casco urbano pero me despisto y sigo recto por la carretera hasta la población de Losanglis en la que echo mano del track y me acerco a Fontellas por pistas agrarias en precarias condiciones. En el pueblo una fuente del siglo XVIII me sirve para reponer agua fresca y asegurarme de la ruta que sigue rabiosamente hacia el sur por una cañada real atravesando por tres veces las vías del tren. No se ven zonas boscosas, sólamente los campos a punto de cosechar dan una pequeña nota de colorido. El embalse de La Sotonera aparece pleno mayormente alimentado por el Canal del Gállego el cual atravieso siguiendo bien pegado a la antigua vía del tren del que sólo se vislumbra alguna traviesa de vez en cuando. Así llego a Gurrea haciendo un alto en la terraza de un bar y a Zuera parando a comer en el restaurante del polígono industrial. Más tarde, por terrenos bien conocidos por mí, llego a San Mateo de Gállego y me alojo en el Arco Hotel ** (42€). El hotel ofrece cena en el precio concertado con el bar El Álamo que pese a los consejos de prudencia los jueves precisamente celebran la costumbre sanmaetana de recorrer los bares probando pinchos y sin querer me vi rodeado de gente no siempre con la mascarilla puesta…
Viernes 3 de julio de 2020: De San Mateo de Gállego a Fuentes de Ebro 55,90 Km.
El desayuno está dispuesto en la habitación habiendo cafetera, zumo y pastas. Desde Movera voy siguiendo la ruta por caminos conocidos hasta el puente verde sobre el Ebro y llego al canal o lo que va quedando de él hasta un punto que se mete en un túnel, lo pierdo y por carretera llego a Fuentes de Ebro pues el hotel de Belchite donde tenía previsto estaba lleno el fin de semana. Hay varios hostales para elegir y me decido por el primero que veo y que tiene restaurante anexo. Hostal Elena (60€ P.C.). La bici duerme en el garaje y del paseo por el pueblo sólo destaco la iglesia que casualmente celebraba una boda en medio de las medidas de sanidad.
Sábado 4 de julio de 2020: De Fuentes de Ebro a Lécera 41,76 Km.
Enseguida me acerco a la primera curiosidad que vislumbro en lo alto de un cerro donde se asentaba el pueblo viejo de Rodén totalmente arruinado durante la guerra civil. Atravieso Mediana y en continua subida y algunos repechos paso por un punto en el que una suave bajada me lleva a recorrer más de diecisiete kilómetros de recta infinita hasta Belchite. "Pueblo viejo de Belchite, ya no te rondan zagales, ya no se oirán las jotas que cantaban nuestros padres" reza una pintada en el pueblo viejo, ladera arriba, el viejo Belchite muestra sus tripas al aire. Llamo al hostal de Muniesa y está lleno así que Lécera se me ofrece como única alternativa hotelera ante tanto panorama desértico y estepario, me alojo en el Hotel Rincón del Cierzo** (50,50€ MP) y de milagro gracias a la contribución de una trabajadora del hotel que hablando con el encargado me permiten hacerlo en la antigua vivienda del portero pues el hotel rural estaba también a rebosar...Tiene una pequeña piscina en la que varias "ballenas" parecen vivir allí tumbadas en colchones inflables. Aprovecho un bote de seis en uno para engrasar bien la bici. Recorro las calles del pueblo de corte típicamente aragonés, casi vacías excepto un patio de una casa en el que un grupo de jóvenes están de fiesta y hasta me invitan a entrar, cosa que rechazo. La cobertura por estos lares es muy pobre, solo gracias al wifi puedo funcionar algo.
Domingo 5 de julio de 2020: De Lécera a Escucha 57,14 Km.
Siempre subiendo me voy acercando a Muniesa asomando ya desde lejos sus dos torres mudéjares, hago un alto para comprar bebidas y la estupenda carretera regional va rodeando a Cortes de Aragón y Hoz de la Vieja en un sube y baja reconfortante hasta el cruce de Montalbán, donde ya en continua subida paso por Utrillas muy animado en las terrazas y alcanzo Escucha y su Hostal (35€ D.I.) del cual sólo malos recuerdos me vienen a la memoria no sólo por lo deteriorado del mismo sino por la ineficacia o indolencia de su dueño... Es complicado ver como la principal actividad económica del pueblo, la minería, se ha evaporado y tiene que reinventarse para que todo él no siga el mismo camino...Veo bastante personal algo marginado, me dice un cliente del bar que los jubilados de la minería cobran pensiones a tope y los hijos viven a su costa sin buscarse un futuro, cuando muere el minero la viuda aún cobra alrededor de 1.600€ y los hijos tienen otros cuantos años para vivir sin preocupaciones. Etapa dura por la sucesión de cuestas. Veo el partido del Huesca, que pierde, demostrando que la 2ª es un torneo de fuerzas muy igualadas.
Lunes 6 de julio de 2020: De Escucha a Cedrillas 57,92 Km.
Madrugo, cuanto antes salga del garito mejor. Hoy la ruta comienza en subida hasta el Puerto de San Just teniendo siempre a la izquierda la gigante silueta de los molinos de viento. Un túnel iluminado me acerca al puerto inacabable para después bajar hasta un cruce en el que me despido de la buena carretera nacional y por modesta carreterilla llegar a Cuevas de Almudén y comprar bebidas en el bar-tienda municipal. En este punto el track busca la línea recta y me lleva por caminos desérticos y con muchos cruces que soluciono gracias al móvil hasta una carretera que pasa por Aguilar del Alfambra y a un yacimiento de icnitas un poco antes de llegar a Ababuj en el que la primera casa aún luce una pintada de AP, pasado éste me desvío de la carretera por una buena pista que me lleva recto a Monteagudo del Castillo donde esperaba hospedarme en un buen hotel de la localidad pero en éste me dice la dueña que está cerrado, aún no sé si por la crisis del coronavirus o porque estaban en obras en un tejado. No me queda más remedio que ir avanzando hasta el próximo pueblo y en vez de ir por la carretera, a tiro de piedra, hago caso a una señal de senderismo que por no estar nada transitada me hace subir hasta un otero cada vez más lejos teniendo que bajar por libre hacia el pueblo que lo veía allá abajo. Tengo la suerte de que me atiendan en el Hotel-Restaurante Ramiro (60€ P.C.) reformado y de calidad. Coronando un montículo los restos de un castillo y su muralla presiden la vista principal del pueblo. Etapa de grandes desniveles.
Martes 7 de julio de 2020: De Cedrillas a Manzanera 52,01 Km.
Otra etapa agreste de puro mountain bike en su tramo medio, después de los primeros seis kilómetros de carretera me desvío a la derecha por una maltrecha pista para tomarlo con calma, a tramos parece cañada real, paro a beber en una buena fuente-merendero y al llegar a un cruce el track me avisa de girar para pasar por la Ermita del Pilar y seguir al principio por una polvorienta pista que al rato se convierte en un estrecho sendero no transitado que no obstante algún ciclista a dejado sus rodadas antes que yo y me anima a seguir. Llegado al embalse de Valbona ya no dejaré el asfalto hasta el final. De Valbona a Manzanera por buenas carreteras con un puertecillo y placentera bajada. El balneario está cerrado hasta agosto así que pregunto en el Hotel Duque de Calabria*** (77,90€ P.C.) y me acogen como único huésped. Manzanera rezuma agua por todas partes, me entretengo desde lo alto de un muro viendo como riega a manta un hortelano. Ya estuve hace ocho años en su balneario y veo que el pueblo no ha cambiado pero noto algunas mejoras en la conservación de sus portales y los retazos de murallas a ellos adosadas.
Miércoles 8 de julio de 2020: De Manzanera a Abejuela 24,88 Km.
Del pueblo al balneario hay un camino que acompaña al río Torrijas, veo una fuente cerca y me desvío un poco para llenar los bidones y ya por inercia me subo a la carretera. En Los Cerezos se abandona la buena carretera para llegar al balneario y en continua y prolongada subida llego al punto más elevado de la ruta a 1.474 m. Lo que en su día debió ser una carreterilla asfaltada hoy se puede comparar a cualquier tramo de cortafuegos. Desde el desvío a la ermita en el que han creado un Mirador de las Estrellas, una trepidante bajada me deja en el final de la ruta: Abejuela. Llego muy pronto y me da tiempo de picar algo y esperar a la hora de comer. Casualmente la dueña del bar-restaurante-tienda La Ontina (17€ comida + 36€ taxi) es la taxista del lugar además de alcaldesa y quedamos en llevarme a la estación de Mora de Rubielos para coger el tren de la tarde. Abejuela es el pueblo más meridional de Aragón y el poco turismo que tiene es valenciano. Metemos la bici sin desmontar y al final me lleva su hijo y la novia de éste dando un rodeo evitando el mal tramo por mí realizado. Mora de Rubielos 18:10 - Zaragoza 21:22 (14,95€). Me alojo en el Hotel CentralAve**** (68€ D.I.) cerca de la estación cenando en el mismo hotel con unas medidas draconianas de seguridad.
Jueves 9 de julio de 2020:
Sólo me queda acudir a la estación de autobuses y coger billete para Benasque 9:30 - 13:25 (22,10€). No llevo plásticos esta vez para cubrir la bici y en principio el chófer no me deja subir pero tras un ruego-lloriqueo me abre el portón contrario completamente vacío y la meto sin desmontar, cubierta con una gran bolsa de basura.
"Una vez que el virus de viajar en bicicleta me contaminó, no hubo antídoto ni vacuna posible y estaré contagiado el resto de mi vida."
J.L. Martínez Calvo

 

 

AÑO 2019

Este es el relato ganador del año 2019:

2019-04-13 CRONICA BREVET 300 POR LOS MONEGROS      

 

 

AÑO 2018

Os dejamos algunos de los relatos del pasado año 2018:

PRIMER PREMIO: Francisco Naval

“Los Caminos de Goya 2018”

   Daba gusto ver tanta gente en la salida de este año, en las últimas ediciones eramos muy poquicos y la verdad es que desanimaba contar con tan poca presencia ya que la infraestructura es la misma para 10 que para 20.


    Esta vez se ha decidido cambiar el lugar de salida, en vez de hacerlo desde el velódromo se ha optado por hacerlo desde un lugar más “civilizado”, amplio y sin problemas como son los aparcamientos de la entrada de Ikea, según comentó Iñaki, la razón para que se saliera desde el velódromo, era la posibilidad de utilizar las duchas en las ediciones que fue marcha cicloturista, y que en la actualidad ha perdido su razón de ser, además evitamos los primeros kilómetros del Cº del Tiro La Bola que están muy mal.


    También se decidió adelantar la hora de salida (media hora con respecto al año pasado), la medida también ha resultado acertada porque aunque el año pasado estábamos en alertas por altas temperaturas, y llegamos a soportar 40º , y en este no molestaban los manguitos ni mucho menos, es preferible madrugar un poco más para no ir tan “agobiados” con la hora (todos tenemos muuuuuchos compromisos).


    Con puntualidad exquisita estamos todos dispuestos para salir, pero un compañero del C.C Actur, tiene problemas con el desviador y como siempre Iñaki hace de “mecánico oficial”, y con un retraso de 15 minutos empezamos a pedalear.


    Sin novedad y tras los dos duros repechos de siempre, llegamos a Torrecilla de Valmadrid, donde nos espera el primer avituallamiento preparado por Antonino, José, Javier Alcalde y Antonio que serán los que durante toda la ruta hagan de verdaderos samaritanos.


    Breve parada y enfilamos el Cº del Barranco, con un cierzo cada vez más animado pero con la temperatura muy agradable, el ritmo es sostenido (para algunos no muy sostenible), pero vamos reagrupando cuando se considera oportuno para que nadie se quede muy atrás, después de un largo y muy peligroso descenso porque los caminos están destrozados de las continuas lluvias, afrontamos la subida a Bosque Alto donde nos espera la segunda parada del día, perfectamente dispuesta con bebida fresca de todas clases, naranja, plátano, barritas, etc. aquí se empieza a liar un poco la cosa con el tema de los pinchazos y los diferentes métodos, (antes era todo un poco más fácil), que si tubeless, que si rueda de 29, que si de 26 etc., total que seguimos hacia adelante ahora por una meseta muy “aireada”, hasta llegar a la “trialera” que cada uno baja como mejor puede, (antes ha habido otro pinchazo y Guillermo e Iñaki se quedan a esperar porque si no te sabes la bajada, es casi imposible dar con ella), ya de nuevo en la pista, reagrupamos todos menos los pinchadores y los esperadores, y decidimos seguir, a todo esto el incombustible Goyo Yagüe (casi 74 tacos) se adelanta para ir más tranquilo pero se despista en un cruce y luego se tiene que dar un buen calentón para recuperar el terreno y el tiempo perdido (y menos mal que lo vieron y le pudieron avisar), así que poco a poco afrontamos la última subida, volvemos a reagrupar y ya con Fuendetodos a la vista decidimos ir al punto de encuentro en el parque del estanque.


    No hacemos más que llegar cuando aparecen Iñaki y Guillermo sin noticias de los pinchados, (después nos enteramos de que iban a abandonar por no tener cámaras pero un ciclista les ha dejado una y prosiguen la ruta), el tema de la telefonía móvil por estos parajes deja mucho que desear, y es complicado coordinarse.


    Bueno al tema, el avituallamiento fenomenal, bocadillos de jamón y queso (con tomate y sin tomate), en un pan excelente, vino, cerveza, vasos, fruta, etc, todo dispuesto y preparado, para no tener más que comer y beber, la basura en su bolsa (que no se note que hemos estado), aprovechamos para hacer unas risas, unas fotos, unos pises, y sin mucha demora emprendemos el regreso despidiéndonos de los “Cuatro Fantásticos” a los que no volveremos a ver hasta María.


    Saliendo de Fuendetodos aparecen los del pinchazo, y se dirigen al avituallamiento mientras nosotros despedimos a Goyo que decide volver por carretera a Zaragoza, deshacemos parte del camino y como casi todos los años,tenemos que atravesar un campo labrado andando (el camino está en los mapas pero el agricultor se lo come), es poco trozo pero “jode bastante”, habrá que mirar alguna alternativa.


    De nuevo rodamos por la meseta y llegamos a Bosque Alto con algún problemilla de calambres de Guillermo, y ya en las “Las Planas” emprendemos el largo y peligroso descenso del barranco de la Ballovera, que al hacerlo con viento de cara impide que cojamos velocidad con lo que la peligrosidad disminuye enormemente, (hay tramos verdaderamente muy malos), unos pocos kms. más y llegamos al “Paso de los Carros” a orillas del Huerva, lugar donde nos espera la última parada del día para hacer los kilómetros que quedan, las piernas ya están bastante tocadas así que después de despedirnos de los voluntarios (mil gracias por vuestro trabajo desinteresado), a toda mecha tiramos hacia Zaragoza, última foto en la Fuente de la Junquera, donde damos por terminada de manera oficial la ruta, y el personal se va disgregando a sus respectivos barrios.

   Resumen: 104 km en 6 horas, varios tozolones sin importancia, caminos destrozados en muchos tramos, ¿cierzo?, ¡bien gracias!, ruta dura pero larga (como dice Pedro Delgado), buen ambiente, buenos compañeros, buenos, buenos, buenos avituallamientos, y a las 14:15 echando unas jarras en la Pza Mozart con el Presi, y esperando la de 2019.

¿Se puede pedir más?

Zaragoza 17 de junio 2018



Pá quedarse siempre hay tiempo.

SEGUNDO PREMIO: Joaquín Uriarte

RELATO DE UNA ILUSIÓN HECHA REALIDAD

 

(Zaragoza 27 de octubre de 2018)

 

Ha pasado ya medio año desde la “Monegrada 2018” y no quiero que se quede en el tintero lo que a continuación voy a relatar. De ninguna manera se trata de una crónica pues después de tantos meses ya no es tiempo para ello, además ya fue hecha por nuestro compañero “Atacamos Oqué” en su momento oportuno y de manera brillante y concisa, como nos tiene acostumbrados, pero como decía antes, no quiero que queden sin reseñar las emociones que tuve antes y durante el transcurso del recorrido. Además, me parece un deber hacia todos los compañeros de ruta, que hicieron un día tan agradable, detallarles los lugares por donde estuvieron y también, en cierta forma, pretendo con este escrito, “vender” lugares espectaculares de los Monegros que animen a futuros participantes a realizar la marcha cicloturista. Por último quiero poner en aprietos, de la misma forma que ellos me ponen cuando vamos en bici, a los magníficos cronistas que optan por el “Premio Literario” y ver si este escrito convence al jurado y me hago con el susodicho premio. Así las cosas, lo que voy a contar a continuación podría titularse “Relato de una ilusión hecha realidad”.

Como viene siendo tradicional, el pasado 1 de Mayo tuvo lugar la “Monegrada 2018”,  que me atrevo a decir sin riesgo de equivocarme, constituyó para todos los que en ella participamos una jornada plenamente satisfactoria y que recordaremos muy gratamente. En mi opinión hubo varias razones para que terminásemos con ese “buen sabor de boca”, aunque quizá la espectacularidad del paisaje – jamás había visto unos Monegros tan verdes y con un colorido tan amplio –, la singularidad del recorrido – inigualable y precioso desde Lanaja hasta Castejón de Monegros y todo él sin tan apenas tráfico motorizado –, el buen hacer y compañerismo del grupo – que rodó en pelotón pendiente de los mas débiles – y la tranquilidad que da saber que llevas un “Angel de la Guarda” en la figura de “Leo” y su coche, fueron las mas destacables.

Para mí la Monegrada había comenzado una semana antes con algunos quebraderos de cabeza (¿seré capaz de hacerla?, ¿aguantaré el ritmo o seré una carga para el grupo?, ¿me pasará factura para la Rompepiernas del sábado siguiente? ....) y estaba muy indeciso en apuntarme, contribuía a ello algún comentario escuchado y sobre todo una crónica colgada en la Web del Club, nada positiva, más bien lo contrario. En esa edición, creo que fue la del 2015, el grupo pareció más al Ejército de Pancho Villa que a un club ciclista, con participantes perdidos, otros solos y abandonados, enfin un sálvese quien pueda. A pesar de las tribulaciones, me hacia mucha ilusión hacerla, no en vano era volver a lugares frecuentados en mi niñez y adolescencia (en la actualidad voy con cierta frecuencia a Lanaja pero no salgo del casco urbano) y rememorar muchas vivencias de una época de mi vida, ya muy lejana pero sin duda muy feliz y difícil de olvidar, evidentemente, tenía también una connotación nostálgica, no se si para bien o para mal. Finalmente y tras sopesar alternativas – cuando no pueda más me subo al coche, como la cosa se ponga fea me quedo en Lanaja, como con la familia y regreso por la tarde con un sobrino que hace el trayecto Zaragoza-Lanaja-Zaragoza todos los días – decidí apuntarme.

La noche previa a la marcha fue corta y mal dormida, me había puesto el despertador a las 6.00, pero un cuarto de hora antes ya estaba levantado. A las seis y media tenía todos los deberes hechos, bueno casi todos, me faltaba decidir que ropa ponerme y es que la temperatura que daban era de pleno invierno, agudizada por el fuerte viento. Así que empecé un recital de cambios de ropa, cuan modelo de pasarela (compadezco a esa profesión, siempre medio en bolas), y finalmente me decanté por una, aún a sabiendas que me iba a equivocar. De todos modos la equivocación no era tan grave dado que el coche de apoyo y nuestro sufrido Leo solventaban cualquier error.

 A las 7.00 ya estaba cruzando el Puente de los Gitanos, cargado con una mochila repleta de las cosas más variopintas, ropa, crema, gotas para los ojos, “gafas de ver”, baterías para el móvil, comida, solo faltaba el saco de dormir. Con el viento en popa, todos los semáforos en verde y apenas sin coches bajé por Camino de las Torres como un tiro y a las siete y doce minutos estaba en la puerta del Grande Covián, aterido de frío y maldiciendo por no haberme puesto las punteras de las zapatillas. Tras 5 minutos de espera, en los que pensé si me habría equivocado de lugar, apareció Juan Carlos, inmediatamente después Paco, luego Súper Juan y así hasta los 17 que finalmente acudimos a la cita. Tras el saludo de rigor, la exclamación de todos era prácticamente la misma “¡joer! que frío”, bueno todos no, allí estaban Luis Almazán, Súper Juan, Paco y Luismi vestidos de corto y sin atisbo de pasar frío, ¿estarán hechos de manera diferente al resto?. Poco antes de las 7.30 comenzamos con la sesión fotográfica y durante ella, fui analizando la situación y sobre todo a los componentes del grupo – ¡HORROR!, los conocidos eran auténticas máquinas de hacer kilómetros, allí estaban algunos de los ciclistas más en forma del Club, estaba Gloria, competitiva como la que más, dura como el pedernal y todo coraje, estaban también los “Larrauman” y otros, que a pesar de faltarles kilómetros, son experimentados y rocosos donde los haya, y los tres que no conocía, no se…., pero dos, creo que eran amigos de Dani, eran jóvenes y fuertes (después cuando leí los comentarios a la crónica de Paco, supe que se llamaban Oscar Lizama y José Manuel Conde) y el otro, creo recordar que se llamaba Jorge (después he sabido que era Jorge Jover), tenía aspecto de ser un excelente rodador curtido en muchas aventuras – . Así las cosas pensé que lo más prudente sería seguir las ruedas de Paco, Guillermo o José Antonio “Gallinicas” y si la cosa se tensaba, no cebarme y rodar a “mi marcheta”.

Poco después de las 7,35 encarábamos la Avenida de Cataluña y en un santiamén nos encontrábamos rodando por la carretera de Villamayor, con cierzo moderado que nos entraba lateralmente y frío intenso que ni los rayos del sol ni la cuesta del cementerio fueron capaces de mitigar. A un ritmo constante y cómodo (mantuve las pulsaciones por debajo del 80% en los Petrusos) marcado en general por Ángel Talayero, Manuel Sampietro, Luis Almazán y Luis Miguel Gil, con colaboración ocasional de Jorge Sánchez y Súper Juan, rodamos agrupados hasta Leciñena, donde algunos se detuvieron a echar una “meadica”, que hizo que inmediatamente pensase en nuestra compañera Gloria, “¡Caray! que complicado lo tienen, habría que hacer algo con los culotes”. El resto, continuamos  agrupados hasta el pie del puerto de Alcubierre, momento en que nos disgregamos para que los fuertes pudieran liberar la energía contenida y medir sus fuerzas. Moviendo un 34/23 y con las pulsaciones en el 80-85% coroné el puerto y me deje caer esperando a Paco, Guillermo y Gallinicas que habían coronado a escasos metros míos, para llegar juntos a la fuente de Alcubierre donde habíamos convenido previamente, agruparnos con el resto de compañeros. La parada en la fuente se alargó algo mas de diez minutos, para dar tiempo a que los amigos de Dani, que se habían rezagado en el puerto, enlazaran y aprovechamos para beber y comer, ya que hasta Castejón de Monegros nos quedaban otros tantos kilómetros como lo hechos.

Con el viento en cola, frío más soportable gracias al sol que algo nos calentaba y ligero descenso afrontamos como cohetes los 11 Km. que nos separaban de Lanaja. En un abrir y cerrar de ojos nos plantamos en la recta que nos conducía directamente al “Saso” y tuve la sensación de haber llegado a mis dominios. A la velocidad que íbamos atravesamos en menos de un minuto y medio “el meadero de Cristo” (campo cuadrado sin ninguna división, allí llamado “cuadrón”, de algo más de 10 Ha), a nuestra derecha erguían majestuosamente San Caprasio y un poco más al fondo La Manadilla, cima acuminada por cuyo pie íbamos a pasar en breve. Cruzamos el Canal de Monegros y medio Km. más adelante comencé a divisar por la derecha, en lo alto del Saso, los almendros que planté con mi Padre, en triste momento que no viene al caso, en las Navidades de 1986. A continuación pasamos los fértiles regadíos de “Las Hoyas”, terminamos el tramo recto y tras el leve repecho y posterior descenso del Saso, llegamos a Lanaja.

Accedimos a la carretera de la Sierra de Lanaja, tras rebasar el “Cuartelillo” de la Guardia Civil y creo recordar que poco después, una vez ya en la carretera, nos adelantó el único camión de gran tonelaje que nos cruzamos en todo la ruta ¡Que maravilla!. Unas pedaladas más adelante nos colocó al pie de los “Santuviles” (ligero repecho en cuyo inicio cruzamos de nuevo el Canal de Monegros) que remontamos sin dificultad y alcanzamos el “Alto de Puyamicos”. Dejamos a nuestra derecha el camino a “La Malena” (paraje a pie de la sierra, donde se encuentra el principal yacimiento arqueológico de la zona) y a la izquierda la “Val de Escanero” (gran finca con confortable casa de campo). La carretera, estrecha y de buen piso iba picando ligeramente para arriba y rodábamos en pelotón, ocupando toda la calzada y sesteando, sin duda disfrutando del paisaje espectacular que se habría a nuestros ojos, enfrente, como si ya la pudiéramos coger con nuestras manos, la sierra, con La Manadilla como principal punto de referencia, al fondo a la derecha la sierra de Alcubierre y a ambos lados campos exuberantes de cereal de color verde intenso salpicado en márgenes y cunetas por el colorido rojo y amarillo de amapolas y cerrajas. Dejamos a nuestra derecha el camino de Peñalveta (aldea en la que la Benemérita abatió al famoso bandido “Cucaracha”) y alcanzamos la zona de la “Balsa Cuartal”. A partir de allí,  la carretera comenzaba a empinarse un poco más y una cierta efervescencia se noto en la cabeza del grupo, que atraídos por la proximidad de la temida subida de la Sierra de Lanaja comenzaron a tensar la cuerda y el pelotón se disgrego. Por delante se fueron los fuertes a disputarse la subida, no pregunté quien había enseñado la rueda a los demás, pero cualquiera de ellos pudo ser, y por detrás quedamos los que ya no entramos en batallas, sin duda porque ya no podemos, vigilados de cerca por Juan Carlos Lucea y José Luis Loscos que prefirieron quedarse para llevarnos juntos hasta el pie de la subida.

La subida de la Sierra de Lanaja tiene alrededor de 3 Km. y la he calificado anteriormente como temida, porque en los tiempos en que yo iba por allí era un muro infranqueable para muchos vehículos, recuerdo que las motocicletas “Guzzi” de 49 cc y de 73 cc (Cardellino) eran incapaces de subirla y en las rampas duras había que echar pie a tierra y subir andando, por supuesto que para las bicis de aquellos tiempos, que carecían de cambios, era impensable subir montado. La subida en si, se inicia con un fuerte repecho, no excesivamente largo, con desniveles puntuales del 10%, que te hacen notar las piernas y exige subir coronas. Tras un giro a la derecha se llega un pequeño descanso, incluso con ligero descenso, que termina en una curva en herradura, tras la cual comienza la parte más dura. En ella se afronta una pendiente continua hasta coronar, con porcentajes superiores al 11% y varias curvas a derecha e izquierda que sin duda ayudan al sufrido ciclista en la ascensión. El tramo mas duro lo hice moviendo todo lo que llevaba (34/28) y no me resulto excesivamente dura, tanto es así que me permití ir observando y sobre todo compadeciendo a nuestro amigo Gallinicas que con su bici “cuasi clásica” iba arrastrando un 42/23 a la vieja usanza, a la vez que me decía - ¡jorrr! que dolor de piernas debe sentir, se le estarán abriendo las carnes -, pero no, se le veía bien y para nada iba atrancado, sin duda José Antonio, no hay mas que verlo, tiene piernas para mover esos desarrollos con soltura.

En el alto de la Sierra reagrupamos y nos hicimos una bonita fotografía en la que se divisaba Lanaja y como fondo la Sierra de Guara y el Pirineo completamente nevados. Tras la foto iniciamos de nuevo la marcha para completar los 18 Km. que nos separaban de Castejón de Monegros, dejamos a nuestra derecha el camino por el que se iba a la aldea de “Lobardo” y al Barranco Buchal y a nuestra izquierda la Manadilla con sus enormes rocas en la cima y la paridera de “Campana” a pie de carretera. Poco después acometimos una zona de ligeros toboganes fácil de rodar y sin duda preciosa, me atrevería a decir la más bonita del recorrido, en la que el trazado de la carretera junto al colorido de la exuberante vegetación hacían que la marcha fuera un deleite para los sentidos. No fui capaz de divisar el mojón que separa los montes de Lanaja y Castejón, ni tampoco supe cual era el camino que lleva a una sabina descomunal, bastante mas grande que la de Villamayor solo conocida por unos pocos y tampoco vi las lápidas de unos fusilados durante la guerra civil, probablemente las hayan quitado con la Ley de la Memoria Histórica.

Rodamos en grupo hasta la intersección con la carretera Monegrillo/Castejón, momento en que hubo una fuerte aceleración que hizo disgregarse al grupo, creo que uno de los que mas participaron en este cambio de ritmo fue Juan Carlos, motivado por llegar de los primeros al bar y poder pedir sin agobios el “strava” al que nos tiene acostumbrados.

 La parada en el bar “La Chipranera” de Castejón transcurrió entre comentarios de alabanza a la ruta que acabábamos de realizar, palabras de ánimo a nuestro “Presi” Guillermo, que iba preocupado porque tenía las pulsaciones altas y no recuperaba bien y risas al ver el “bocadillazo” que le habían servido a uno de los amigos de Dani, con el que podían comer tres. Tras el refrigerio y dejar en el coche de Leo alguna prenda de abrigo, nos hicimos nueva foto del grupo en la puerta del bar y continuamos la marcha. Los 7 primeros Km de los aproximadamente 14 que separan Castejón de Pallaruelo son bastante pestosos, con repechos que se atragantan y que tanto Guillermo, que como decía antes iba algo tocado, como los amigos de Dani, parecían acusar. Angel “El Negrillo” siempre tan generoso con el grupo y con el que va apurado, iba y venía repetidamente desde cabeza a cola de pelotón, y preguntaba “que Pombo ¿como vas? animándole y ofreciéndole su rueda. Superado este tramo entramos en una zona de claro descenso que permitió recuperar fuerzas o al menos no gastarlas y tras fuerte bajada entramos en Pallaruelo. En pleno pueblo giramos 90º a la izquierda y tomamos la carretera que nos llevaba de nuevo a Lanaja. A  partir de este momento, el viento, que no nos había molestado en exceso comenzó a entrar más de cara, aunque todavía era llevadero.

Tras rodar aproximadamente 9 Km. y afrontar un duro repecho, llegamos a la Cartuja de Nuestra Sra. de las Fuentes y con ella de fondo, en el cruce que va a San Juan de Flumen, volvimos a inmortalizarnos en una foto de todo el grupo. Sin apenas demora, aunque algunos como Manuel aprovechan para quitarse las perneras, reanudamos la marcha. Conforme íbamos acercándonos al pequeño alto de la “Cruceta” afloraban recuerdos muy divertidos de mi juventud vividos en ese paraje (a los 16 años junto a un primo de 20 años, dueño de unas tierras en el alto y unos amigos construimos una piscina, entonces no había piscinas municipales, con la libidinosa idea de llevarnos a las chicas del pueblo y …… Fue un autentico fracaso y no nos comimos un rosco). Pero además, sabía que cuando llegase a ese pequeño alto iba a darme de bruces con la panorámica quizá más bonita de la localidad. Así fue nada mas coronar apareció toda la población al abrigo del Saso, dominada por el llamado “Castillo”, en realidad es la Ermita de San Sebastian, que está construida sobre las ruinas del “Castillo de Montoro” del cual hay vestigios y algunas leyendas.

Ya en Lanaja, en las llamadas “cuatro carreteras” giramos 90º a la izquierda, dejamos a nuestra izquierda las escuelas y poco después el  “Cuartelillo” de la Guardia Civil y encaramos la subida del Saso. Después de coronarlo tomamos el desvío a la derecha que va hacia Cantalobos y Guillermo con buen criterio, llevaba bastantes kilómetros rodando muy justo y conocedor de que el viento iba en aumento y que en breve iba a entrarnos de mala manera, decidió bajarse de la bici y acompañar a Leo en el coche. En ese mismo punto los amigos de Dani algo cansados también, decidieron acortar e irse directamente a Alcubierre, aunque no nos enteramos hasta más tarde cuando Leo nos adelantó en Alcubierre y nos puso en antecedentes. Esta situación produjo alguna zozobra en el grupo que no sabía si esperar a los presuntamente rezagados o continuar, finalmente decidimos continuar pues teníamos la certeza que en caso de pasarles algo tenían el apoyo de Leo.

Los aproximadamente 8 km que separan Lanaja de Cantalobos se hicieron con viento que entraba lateralmente por la izquierda permitiéndonos rodar a 25-28 km/h. Dejamos a nuestra derecha la carretera de colonización que se une con la que va de Lanaja a Poleñino, atravesamos “Campo Perie”, poco después llegamos a la zona de la “Solata” y en un santiamén a los “Pedregales” y Cantalobos. Ni que decir tiene que habíamos recorrido una de las zonas de regadío más fértiles de Lanaja. A la altura de Cantalobos tuvimos muchas dudas acerca de la carretera a tomar, sabíamos que teníamos que ir hacia la izquierda pero en función de la carretera que tomásemos podíamos ir directamente a Alcubierre o acabar en la carretera de Lanaja/Alcubierre a más o menos distancia de esta última población. Guiados por el GPS de Luismi, el buen criterio de Paco y con ayuda de la Providencia, tomamos el desvío acertado y respiramos con tranquilidad cuando cruzamos el Canal de Monegros. Desde el giro a la izquierda en Cantalobos, el viento empezó a entrarnos ligeramente de frente, aunque tan apenas nos hizo perder velocidad. Delante tiraban los de siempre, Ángel, Manuel, Super Juan, Luismi, Jorge y detrás rodábamos bien protegidos Paco, Gallinicas y yo. Mención especial para José Luis que en todo momento iba pendiente de mí, como siempre que voy con él, indicándome el sitio donde debía situarme para protegerme del viento. Como ya llevábamos en torno a 40 Km. desde el avituallamiento de Castejón, todos al unísono comenzamos a sacar de nuestros bolsillos, barritas, pan de higos, geles y demás que ingerimos con avidez para afrontar con cierta garantía los casi 50 Km que todavía restaban.

En Alcubierre, el grueso del grupo se detuvo a llenar bidones en la fuente, mientras que Paco, Gallinicas, Luis, Super Juan y yo continuamos adelante sin detenernos, con la idea de subir al alto de Alcubierre tranquilamente y gastar lo mínimo posible. En un momento dado, Super Juan aceleró el ritmo y se fue a la caza de los amigos de Dani que creíamos iban por delante, después nos enteramos que se habían quedado a comer en Alcubierre y regresaron por la tarde. Luis Almazán, fuerte y generoso como siempre, se puso a tirar en cabeza marcando un ritmo estable y acorde a las fuerzas de los que tenía detrás y nos llevó al alto sin contratiempos, salvo el ocasionado, poco después de salir de Alcubierre, por una águila que surgiendo de repente del campo contiguo y a escasos metros del suelo soltó un conejo que llevaba entre sus garras y casi nos cae encima. Posiblemente acababa de cazar el conejo, estaba remontando el vuelo y al pasar a muy poca distancia de nuestras cabezas se asustó y perdió la presa. El pequeño susto que nos dio hizo que se alterase el ritmo que llevábamos y casi hice el afilador con la rueda de Luis. Sin embargo, reaccioné con prontitud, esquivé la rueda y me sentí bastante satisfecho al observar que a pesar de los km realizados estaba lo suficientemente entero para mantener los reflejos íntegros.

En el Alto de Alcubierre el viento soplaba con intensidad y sin detenernos decidimos bajar hasta Leciñena y allí esperar al resto del grupo. En el descenso alcanzamos a Super Juan que se preguntaba que había sido de los amigos de Dani y descendía despacio esperándonos. Ya en Leciñena nos detuvimos en la fuente, que por cierto está seca, y tras breve pausa llegó el resto del grupo. Quedaban menos de 30 km y desde hacía rato iba pensando en la cuesta de Perdiguera que siempre se agarra pero con 150 km en las piernas y el viento completamente de cara se me antojaba que iba a ser tremendamente dura. Nada más lejos de la realidad, subimos la cuesta con soltura a algo más de 18 km/h y tan apenas se rompió el grupo. A partir de Perdiguera el viento fue arreciando considerablemente y en el tramo de toboganes que transcurre desde la urbanización fantasma hasta el descenso de la vaguada que lleva posteriormente al alto del Petruso, soplaba con tal intensidad que resultaba muy peligroso para rodar en pelotón. Rodábamos en abanico manteniendo una distancia prudencial con la bici próxima y tratando de guardar las normas de circulación, aunque en algún momento perdimos la compostura. En ese tramo una fuerte ráfaga hizo que la bici de Gloria se desplazara lateralmente algo más de 30 cm y gracias a la pericia de ella y creo que era Juan Carlos, la cosa no fue a mayores. El último escoyo de la jornada, la corta subida al alto del Petruso, se nos atascó a Gallinicas y a mí, y quedamos cortados del grupo, sin embargo Juanca y José Luis se dieron cuenta del hecho, nos esperaron y nos reintegraron al grupo inmediatamente.

Hasta Zaragoza no hubo nada que reseñar, salvo los continuos bandazos a que nos sometía el fuerte viento. En la Av. de Cataluña, paramos para recoger las pertenencias que habíamos dejado en el coche de Leo, nos hicimos la imprescindible foto de llegada y nos despedimos con la satisfacción de saber que habíamos realizado una jornada de bici difícilmente superable, en la que además de la ausencia de percances, por no haber, no hubo ni pinchazos, primó la camaradería y el buen royo de los participantes y todo ello en el marco insuperable de unos Monegros desconocidos hasta la fecha por la exuberancia de la vegetación y colorido de sus montes.

Solo me queda agradecer a todos los que hicisteis posible que la ilusión se convirtiera en realidad, Gloria, Ángel, Manuel, José Luis, Luis, Juan Carlos, Luis Miguel, Guillermo, Paco, José Antonio, Jorge S., Jorge J., Juan, Oscar y José Manuel. Mención especial reservo para Leo por su impagable labor de apoyo.

 

GRACIAS AMIGOS

Joaquín Uriarte,

Socio nº 112 del C.C. EBRO